EL CLAN

jueves, marzo 19, 2009

UN DÍA COMO HOY


Me desperté preocupado como siempre. Apenas abrí los ojos ya tenía claro cuales asuntos estaban pendientes por despachar ese día. Incluso los tenía clasificados por antiguedad y prioridad. Eran todos temas muy importantes, para la empresa me refiero, al menos eso me dicen. Busqué el reloj y el control remoto inmediatamente. Me desperté tarde. Me quedaban 7 de los 10 minutos que por reloj asigno diariamente para desperezarme. Menos. Me quedaban 5. Prendí el televisor, en el mismo canal que cada mañana me contamina con sus noticias. Debo aceptarlo, no veo los noticieros por conocer la actualidad nacional e internacional, ni cuantos asesinatos hubo el día de ayer, ni cuantas empresas quebraron en Norteamerica, ni que nuevo presidente tenemos en el país, sino solo y simplemente por saber que hora y minuto transcurre. Siempre me cuestioné ¿que de "news" tienen las noticias?, si ninguna es novedad. Pero igual siempre las veo.




Sabía que esta vez tendría que bañarme más rápido de lo normal, me esperaba una reunión a primera hora. Tenía sueño aún, también tenía ansiedad por levantarme. Talvez ni siquiera es ansiedad, quizás solo es la necesidad humana de repetir mecánicamente los actos que aprendemos, levantarnos-bañarnos-vestirnos-comer-salir. Extrañamente los minutos a estas alturas de la mañana, de lo cual estoy convencido, no tienen 60 segundos. Revisé nuevamente el reloj. 7 y 38 AM. Había perdido 3 irrecuperables e irrepetibles minutos más, en reflexiones banales sobre el nuestro comportamiento y el tiempo. El tiempo vuela, nosotros intentamos seguirle el paso.



Tomé el control remoto con afán de subir el volumen del televisor, paso previo y obligatorio para consumar el inicio de la rutina diaria. Levantarme. Pero el televisor no respondió. Insistí enérgicamente con el botón y no hubo reacción. Choqué el mando bruscamente contra el filo de la cama y este fácilmente se rompió. Quedó inservible. De pronto, abruptamente me levante exaltado, lleno de rabia, de enojo, de impotencia, con la intención de apagar la maldita televisión, aunque fuere a patadas. Me encontraba enfurecido desmedidamente, no se porque ni con quien, intentando encontrar culpables de no se que, tal vez el tema era conmigo mismo. Y si, esta vez era yo.


Estaba harto de no tener el control sobre nada, ni siquiera sobre el televisor, menos sobre mi vida. No era lo suficientemente valiente al menos para cambiar de canal cada mañana, para revelarme frente al Dios de las horas, el reloj, o aceptarme libre, como para disponer de mi vida como quisiera, sin tramos establecidos, sin formar parte de este sistema repetitivo y asfixiante. Cientos o miles de mañanas desperdiciadas, que en verdad son oportunidades perdidas, para quebrar la secuencia.


Respiré e intenté calmarme, tomar un tiempo para pensar sobre este hecho insignificante que estaba alterando mi mañana. Y decidí actuar después de tanto tiempo. No tenía porque apagar la televisión, no tenía la culpa, del todo. Con un simple click cambié de canal, y esta vez decidía yo. Me volví a acostar y no tenía la menor intención de levantarme, ni bañarme, ni comer, ni salir a trabajar, durante una buena temporada, lo había resuelto, en ese día -al menos- nada sería más importante que MTV.




Ese día podría haber sido hoy.

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