EL CLAN

martes, noviembre 17, 2009

AWAY WE GO


El cumpleaños 29 está a la vuelta de la esquina. Advierto que seguramente el año que viene será el último tramo de la bajada, el sprint final del período de la vida que transcurre vertiginosamente.


Los años me han traído, por fortuna, a un tramo recubierto de estabilidad, compromiso y porque no decirlo de una felicidad sostenible y autosustentable, que me mantiene vivo, que me despierta con una sonrisa día a día. Y el estar casado por supuesto tiene mucho, casi todo, que ver con eso. El matrimonio, hay que saberlo, y hablo por mi realidad, no es la celda asfixiante desde donde uno ve, con los ojos tristes, a los que están afuera divertirse y disfrutar; por el contrario, es la oportunidad de envejecer junto a la persona que más se quiere en el mundo. Digamos, en palabras de Calamaro, que el matrimonio, como la vida, es una cárcel con las puertas abiertas, y cada uno si así lo quiere o si así le toca, puede someterse a una condena, sin necesidad de rejas, ni de matrimonio de por medio. Como dicen el matrimonio es la puerta al cielo o al infierno.


Yo debo confesar ahora que nunca pensé estar casado a los 29 así como tampoco jamás imaginé ser tan feliz casado.


A esta altura de los cuasi 30 se pueden ver clarito los cuarentas, los cincuentas y así en adelante, como cuando uno sube a la parte más alta de una isla y puede divisar el lugar donde muere el océano y nace el horizonte. Desde donde estoy se observa la proximidad de los fines de semana con pañalera, juguetes, cuna y biberones, y no puedo negar que me conmueve, me ilusiona.


Me juras que podré enseñarle a tocar guitarra? que vas a lograr que no herede mi caracter?

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