EL CLAN

lunes, diciembre 19, 2005

COMO TENGO QUE ESCRIBIR... Y DORMIR



Otro semana más que comienza con los efectos contundentes de este maldito insomnio que me domina, con pocas horas de sueño y de descanso a mi haber, en un fin de semana lleno de cambiantes estados de ánimo.

Ayer (mejor dicho hoy en la madrugada incluso) mantuve en mi cama una verdadera batalla campal, y no se ilusionen esperando un relato heroico, cargado de erotismo y lujuria, de cómo tuve una noche de pasión, sudor y jadeos debajo o encima de mis sabanas con tres mujeres mulatas de poca moral y mucha experiencia, porque la lucha -y lamento defraudarles esta vez- la tuve con Morfeo (para cualquier mal intencionado que ya dijo el clásico “viiiiiiiiiiii le gusta la badea a este man”, déjeme decirle que se equivocó olímpicamente, porque cuando me refiero a Morfeo no estoy haciendo alusión a ningún otro que al mismísimo Dios griego, hijo de Hipnos, dios del sueño, y de Nix, diosa de la noche, y que representaba la deidad de los ensueños, esto es, las representaciones de la realidad que aparecen en nuestro subconsciente mientras dormimos. La morfina –estimados ignorantupidos degenerators- deriva su nombre de este dios por su inducción al sueño.) Creo que en verdad fue una contienda mitológica, porque no puedo explicar de otra manera las fuerzas sobre humanas que me impiden conciliar el sueño, más aún con las pocas horas de descanso que he dedicado a mi cuerpo últimamente. De manera ortodoxa pretendí atacar el insomnio con lectura, remedio sabio de mi madre, específicamente leyendo un aporte cultural que me hizo mi amigo Javier en mi estadía en la provincia. En efecto, luego de una conversación de medianoche con sobredosis de licor dentro de las venas, y de ser cuestionado sobre algunos de mis últimos mal nacidos relatos escritos, desinteresadamente él procedió a facilitarme material de historias escritas, este material si profesional y de gente que lo sabe hacer, sobre lo que yo intentó explorar. Un par de revistas de relatos variados y lluchas.
Existen realmente pocas cosas tan auténticas y entrañables como sentirse identificado de manera filosófica con alguna persona en el mundo y que lo que incluso resulta difícil de entender para uno mismo sobre nuestros propios comportamientos, sea totalmente digerido e interpretado por espectadores de primera, mis amigos. Yo con mis delirios y ellos con su paranoia, simbiosis perfecta. Encontrar cosmovisiones paralelas en esta selva de diferencias infranqueables e intolerancias naturales es un milagro, soy un testigo viviente de aquello.

Desde que comencé a escribir, de manera más o menos habitual y no por eso necesaria, encontré en esas personas, mis amigos, mi nicho de lectores fieles. Desde mis principios en esto de hablar con la pluma (realmente ahora es a través de mi PC), con intentos no cuajados de encontrar poemas entre mis amaneceres y de atreverme “sinvergüenzamente” a emular a Bequer, estuvieron mis críticos literarios personales, dándole nacimiento a este proyecto no de escritor si no de relator de acontecimientos. (Se ve que poco tengo de literato que hasta acabo de inventar la palabra “sinvergüenzamente”)
Nunca he creído por cierto, que escribo siquiera decentemente, lo digo con total resignación, peor aún que lo hago con dotes artísticos, ni de lejos, porque estoy conciente que no soy bueno escribiendo, mientras que si viviendo; es así, aunque no tengo mucho para escribir, si tengo bastante para contar.

En este punto discrepo enfadadamente con la autora que afirmó que escribir era un “placer masturbatorio”, porque señalaba que era un deleite exclusiva y egoístamente personal y que si trascendía a terceros, ósea si alguien leía lo que uno escribe, no le daba ni le quitaba aromas ni sabores al placer masturbatorio. Sin negar que solo el hecho de ensuciar el papel con palabras necias ya es meritorio de un orgasmo, como pura expresión del desfogue interno, no deja de ser seductor el homenaje de otros al reírse enfadarse o comprometerse con lo que uno divaga.

Pero bueno continuando con lo que les decía y dejando de lado mí manía infantil de cambiarme de tema, procedí a buscar en la lectura un somnífero adecuado y natural. El remedio, en esta ocasión, resultó peor que la enfermedad. Encontré muchas historias, un poco de cultura dentro de tanto desnudismo, morbo y seXualidad, que empataban con lo que uno intenta hacer de forma amateur. Como en todo aspecto de la vida no era todo maravilla, existían en verdad relatos mediocres y sin un poco de sal o dulce, creación de personajes ecuatorianos de los que esperaba más literariamente. Ya entretenido en las letras y no en las tetas, puntualizando que una cosa son senos y otra muy distinta tetas, recorrí frenéticamente páginas y relatos, de los que me involucraron ideológicamente y de los que pasaron por el ruedo sin merecer siquiera un aplauso, se pasaron las horas y el dormir se postergó por imaginar.

Ya con la madrugada encima, deje el remedio casero, la lectura, para intentar dormir ahora si con empeño. Pero en esos mismos instantes se venían a mi mente ciertos puntos de reflexión sobre lo leído, como si fuera la mejor hora para hacer eso. En verdad no es buena hora para nada… solo para dormir.

Definitivamente al intentar escribir algo decente debería hacer mas abstracción de mi vida y de mí, es una cruel verdad que lo que escribo suene tan personal a ratos, no se si es un defecto o un problema, pero sé que termino diciendo muchas cosas como solo yo las siento y las veo, y el egocentrismo en el escribir se refleja. No había reflexionado mucho sobre este punto, tampoco es que, como dije anteriormente, pretenda encontrar una profesión o futuro haciendo esto de hablar huevadas. Alguien que me insinúo este punto anteriormente, me dijo: “Oye Lenny aunque no supiera quien escribió esa bola de huevadas, sabría que eras vos por tu imbécil e inconfundible forma de pensar”. Ósea en pocas me reconocen por raro. A momentos me resulta imposible desligarme de mi colección de recuerdos. Es difícil aprender a vivir, y contar lo que uno hace también es parte de eso, cargando un armario tan grande de anclas. Talvez como punto a favor debo decir que el llevar tanto a lo personal esto de decir pendejadas, conlleva que tenga su propio sello e identidad lo que se dice. No es raro, por tanto que el lenguaje a veces suene muy a Nico y Juano, a adicción y excesos, a inconciencia e inmadurez, a IBARRA y a Atacames, al Jeep Azul y al Fiat Premio, a Guitarra y a Norteño. Se quienes son los que entenderán lo que acabo de decir, y eso es lo quiero censurar, que es tan personal lo que escribo, que a veces representa jeroglíficos para terceros.

En esa misma línea está latente el defecto de utilizar un lenguaje personalizado, “NO Tunning”. Cada vez que quiero decir algo no puedo emplear de manera racional el lenguaje castellano generalmente aceptado por la Real Academia de la Lengua, sino que recurro a frases muy a lo mío, mejor dicho muy a lo de algunos. No es raro el “Listo el pollo”, “Le arrimamos el mudo”, “También tienen sed”, etc. etc. O los “Compreshore”, “Esa man” y el interminable “Shut Gun”. Hasta llegar a los personajes de mis historias (Care pupo y la tropa Goofy, la Caca Seca, la Godsuky y la Puerca, Mamemulco y Maybol, las Pallaras, las Platitos, el Huevo y la Chaspanta, la Paquita y la Basquetbolista, la Psicópata, la Veshina y el Cortachifles, la Chuletona, la Carerrata, la Empleada y la Culebra Felix, la Orejona, el amigo que le hace dormir en las piernas al Nico, el Cumpleañero, el Oso, la Karen Becerra, Pucho, Lucas, Chino, Cochi, Alan, Payaso, y hasta el “si tenés hambre cogés un plátano te lo freís y no te morís de hambre”), que para mí criterio tienen incluso más merito que los villanos de Chespirito (el Cuajinais, el Matalote, el Tripa Seca, Alma negra, Sabandija, Panza loca, Tecolote, Ajonjolí, el Chori y la Minina, el Rascabuches, Rosa la rumorosa y el mantoncísimo Kid, el Zopilote mojado, la bruja Maratuja, Pocas Trancas, Chompiras, Peterete, Mano negra y Raja de Calambur); porque sin lugar a dudas son personajes que existieron y siguen existiendo.

Por eso y por las mil y un remisiones a sucesos que solo lo pudieron ver estos ojos para saber que si sucedieron: las cartas en el pie; los intentos interminables de suicidio; las coladas en las fiestas de gala con su respectiva robada de botellas; el suceso de mi amigo el satánico; las dormidas en el techo de la casa; las abordadas en Atacames; la hija de Guayasamín drogada en la playa; las moquetas en la Candelaria; el olvido de la billetera en el cabacho; el Amazing en el capot de mi auto; nuestra casi muerte por trópico, la montaña de envases de vino en las canchas; los fantasmas en el Penthouse, la quemada de puertas; el moquetaso a los longos; los viajes fantasmas a Quito; los chupes en los cementerios; las cacerías que terminaban en borracheras; los días de pesca que terminaban en aventura de rally, la Huabiduca, el trago comibebe, las declaradas en conjunto y terminadas adelantadas; el cuaderno de puemas del J…, los cuetes; Hector Senna y Demmy More; el dormido drogado abrazado la guitarra en la playa; los paseos de mujeres en el hotel de costumbre; los disparos por serenatas; los disparos por chupar en las canchas, las fotos lluchos; los que se duermen afuera de la casa de sus doncellas; los que les cachan los papas en pleno acto en la casa; la tomada de agua de la piscina de mi casa; las quedadas en la casa de las tías; los three some, el figureti, la Iris, verdad o desafío en las canchas; las fiestas en la casa de la Cris Vallejo o donde la Vero; las lloradas con Nada queda ya; las apuestas por agarrar, las apuestas por amarrarse, las apuestas perdidas por Maradona, los jueves de 40; el equipo ideal del mundial; la película de la toalla que nunca existió; el Chino cantando Pearl Jam; los pactos guardados donde el Juano; las noches escuchando “Yolanda” en el estudio de la casa del Nico; los tatuajes; las serenatas a las putas; el regalo del racimo de cabello; el Oso y sus influencias; el Panchula y sus trueques; los North Tour; la cava del Rincones; la reinita; Platanob y Oritob; la señorita Parra y el pin pon; las licras para patinar; los helados a la salida del colegio; los viajes a arreglar la guitarra del Cochi; las escapadas a otavalo; los cambios de religión del Milton; la película del Mofles; el “ya me caco”; las idas de la casa con destino a la casa del Nico del Juano o del Javier; la regresada a pata desde La Victoria borracho; el Guainalla; los cuarteos; los sexteos; etc etc.. no podría parar de contar tantas cosas que se me vinieron a la mente….

Creo que nunca podré alejarme de esta forma de escribir, si es que me permiten seguirlo haciendo, es así de personal y de vivida porque así es como siento, que le puedo hacer si yo siento así. Se que muchos se reconocieron en alguna de las cosas que dije antes y para ustedes va esto, para que vean lo mucho que paso debajo del puente.
Una vez que estaba en lo mejor de los recuerdos, me acordé que tenía que dormir. Es totalmente raro el concentrarse en dormir; es enfermizo y contraproducente, porque mientras mas lo buscas menos lo consigues, hasta que llegado un momento simplemente caes rendido ante el cansancio. Lastimosamente esta vez fue como a las 4 de la mañana con pocas horas para amanecer. Maldito insomnio... ¿Serán los recuerdos los que no me dejan dormir?.

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