CRONICA DE UN DIA EXTRAORDINARIO
El día me encontró despierto y con las mejores motivaciones posibles, incluso olvidé mis aceptadas limitaciones físicas, con la desesperación de que sea como fuere, pero que sea.
No tenía hambre, pero contra mi voluntad tuve que ingerir algo que sirva de combustible para el cometido, un plátano y una barra de energía. Llegado el momento de la partida me había encomendado a todos los Santos, que si era necesario, del cielo vengan las fuerzas y el aliento.
La carrera fue demasiado corta, bajo mi percepción y entusiasmo, como si hubiera recorrido las calles con mi entorno en pausa; me contagié de la euforia de los diez mil y más participantes y me amparé con cada aliento de los espectadores anónimos desde el primer metro de los quince mil que tuve que transitar. Si hasta lo esperado fue extraordinario. El aparecimiento de dolor en mi tobillo izquierdo lesionado, a la altura del kilómetro 3, no se convirtió en tortura, sino en una motivación y prueba de fuerza de carácter a vencer.
Mientras pasaban los primeros kilómetros, recién asimilé a ciencia cierta lo que estaba haciendo, que es lo que me trajo a este maltrato consentido y voluntario, es algo que no lo había debatido concientemente antes de la competencia, no solo estaba llevando a cabo un esfuerzo gigante e inesperado hace solo 3 meses atrás, desde la óptica de mi nivel de capacidades físicas, sino que estaba corriendo para enfrentarme con nuevos retos, no sabremos si más difíciles o complicados, para los cuales había preparado y esperado por 27 años.
Los metros pasaban y los encuentros con los familiares, dispuestos al fraterno y sentido aliento, eran los momentos mas esperados, instantes motivadores y llenos de sensibilidad. Yo había solicitado su socorro y presencia, claro está, quería que vean que lo estaba haciendo, que ciertamente no defraudaba a las expectativas, que ni las dudas cabían en mi recorrido. Talvez ellos consideren que su principal tarea fue el abastecimiento de líquidos para mantenerme en carrera y evitar la deshidratación, pero no serán recordados por esos quehaceres específicamente, sino por lo que no les pedí pero que me brindaron por montones, su incondicionalidad y su apoyo. Solo quería saber que estaban ahí, saber que eran testigos de mi travesía, todo lo demás abunda, solo por su generosidad.
Reconocí rápidamente que esta vez corría con más equipaje y responsabilidad que nunca antes, sin embargo, tenía no solo muchas, sino todas las razones para llegar a meta.
Y de repente estaba frente a frente con el kilómetro 15. Todos los jodidos entrenamientos, todas las malas noches, los malestares musculares, no me habían preparado para esto, apenas pude darme cuenta cuando me derrumbe por completo. Sentí todo el peso de la carga extra encima mío y esta vez no pude mantener el ritmo. Lo que no pudo el dolor ni el cansancio, lo logró la avalancha de emociones. Y estaba ahí con los ojos llenos de felicidad e ilusiones y comprendí que en el camino se me habían caído las penas y los miedos, por eso tuve que secarme los ojos, para ver por completo cada paso que di para llegar al final. Final?.. no se si realmente fue para mi un final, talvez solo pasé por la línea de llegada, pero no fue donde se me terminó la carrera; podría decir que los 15 km fueron la parte fácil del recorrido.
Talvez y como lo cuento ahora, a muchos les puede sonar demasiado sentimental, pero así es como lo viví. Eso sucede, y alguien ya lo dijo, cuando a personas ordinarias, comunes y corrientes como yo, le pasan cosas extraordinarias como las que viví ese día.
Etiquetas: Diario
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